Libertad y Nación: introducción

Me es muy grato iniciar mi colaboración para este esfuerzo colosal por poner al libertarismo en la escena política e intelectual de nuestro país.

¿Nuestro país?

¿En qué es sentido es nuestro este pedazo de tierra, estas instituciones y esta población?

¿En el sentido en que pagamos le pagamos impuestos a un mismo aparatado recaudador? ¿Tal vez porque compartimos una básica serie de leyes? ¿O será porque compartimos lazos culturales que van más allá del individuo?

Para hablar con todo derecho de un Movimiento Libertario Mexicano, tenemos que aclarar qué sentido tiene su última M, es decir, qué sentido tiene que llamarlo Mexicano. ¿No podríamos seguir en este punto a nuestro querido Marx cuando afirmó que el proletariado no tenía patria y, por ello, el comunismo no podría ser más que internacional? ¿O acaso, el libertario sí tiene patria?

La talla del Estado (mínimo, ultramínimo, ultraultramínimo o un estatoide) es una respuesta aún por formularse en un programa libertario mexicano, pero me parece aún más complicado esgrimir una solución para hablar de los límites territoriales de un Estado libertario. ¿Cómo explicar una unión política legítima en primer lugar?

A lo largo de mi colaboración, por lo tanto, trataré de aportar algunas pistas desde el terreno de la filosofía política que nos podrían permitir entender la necesidad o arbitrariedad de un Estado como una asociación política con límites demográficos y territoriales.

Espero que mi contribución resulte en una avalancha de controversias que avispen y fustiguen a más de un seguidor de la libertad. Sólo de esta forma, consideraré a estos escritos una verdadera aportación al movimiento y no vil letra muerta en un mundo virtual aún más frágil que la libertad.

 

Aquí les dejo mi primer aportación a modo de introducción. Espero la disfruten como se disfruta una operación de muelas:

 

Ya nos emocionamos hasta las lágrimas, nos conmovimos hasta el llanto y celebramos hasta perder la conciencia, ahora, con la llama olímpica extinta, volvemos a la cruda realidad: sin hazañas, medallas o héroes nacionales. Es momento de pensar lo que estos juegos entre naciones significan para aquel individuo que busca la libertad sobre cualquier cosa.

Y es que la misma idea de juegos nacionales le da escalofríos a todo espíritu liberal.

Para muestra un botón, o, mejor dicho, todo un traje folklórico. Ayer escuché en las noticias que el gobierno mexicano proporcionará una pensión vitalicia a cada medallista olímpico: alrededor de 13 mil pesos mensuales a cada uno. De repente, el escalofrío recorre la sonrisa que había dejado la actuación histórica de la delegación mexicana. Esto nos hace revalorar nuestros gritos de emoción y nuestros “¡Viva México” ya que de nuestro bolsillo estamos pagando la victoria en nuestro nombre. Estamos perdiendo dinero cada vez que un deportista mexicano se para en el podio; ya no hablemos de cuando 18 atletas lo hacen. Estamos pagando por una supuesta alegría nacional sin siquiera saberlo.

Algunos dirán que estos son incentivos colectivos para fomentar el deporte en nuestro país. Otros, que es simplemente injusto que del bolsillo del ciudadano se  paguen los gastos de una victoria que, en estricto sentido, es ajena. Los unos también dirán que es por el bien del deporte, y, a fin de cuentas, por el bien de México. Los segundos dirán que mi bien deportivo lo hago todos los días que salgo a correr en la mañana y todos los demás son mitos.

Desde una perspectiva libertaria esto es claramente injusto: la única victoria que cuenta es la que se gana con el trabajo y el sudor de la propia frente. Todo lo demás son imposiciones injustas de una colectividad que roba el trabajo de un individuo para dárselo al otro en aras de una idea de un bienestar común que, por decir lo menos, poco clara. A fin de cuentas, estamos pagando por celebrar. Mejor, nos ahorramos el dinero que le pagamos a la selección Mexicana de fútbol por ganarle a Brasil y ponemos una liga infantil para que mi hijo me dé alegrías al ganar un campeonato o, puede ser que prefiera comprarme un tequila al mes con el dinero que le pagaré a los atletas toda su vida, seguramente así tendría más alegría.

En el fondo este ejemplo nos habla de un problema mayor para nuestros tiempos: la legitimidad del estado. ¿Quién tiene derecho a usar mi dinero en mi nombre? ¿La colectividad tiene derecho a disponer del trabajo individual para fines colectivos? Es decir, ¿cuál es la validez de las naciones en un mundo en un mundo de individuos libres?

 

¿Desde una perspectiva libertaria, la pertenencia nacional puede ser explicada?

Adelanto mi respuesta a modo de provocación: sí.

 

MI

 

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1 respuesta

  1. Alfredo Ruiz dice:

    Al estado le encanta la propaganda, para mi los JO son eso propaganda, al estilo de Korea del norte, la colectividad unida en un solo espiritu…luchar por el ideal del ciudadano…pero para ello se necesita dinero, al igual que la voz que proclama “y sin impuestos con que se haran carreteras” esta vez proclama “y sin impuestos como celebraremos ser mexicanos”.

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