La reforma laboral y algunos mitos populares

Artículo escrito por Godofredo Rivera  y cortesía de asuntos capitales.

No me queda claro que haya una verdadera reforma laboral sino se modifica el socialista artículo 123. Tampoco me queda claro por qué no se legisla para que haya transparencia y rendición de cuentas en los sindicatos estatales. Sólo hay que ver a la rancia izquierda mexicana (y en ello incluyo a los priistas del viejo corporativismo) defendiendo a capa y espada a los sindicatos corruptos que operan en el gobierno. Sin embargo, creo que hay aspectos positivos en la propuesta de reforma laboral (como aceptar la contratación por horas, reducir el tiempo de los juicios laborales que sólo enriquece a leguleyos y eliminar el negocio de líderes sindicales mafiosos que usan el derecho a la huelga sólo para lucrar-lo de los salarios caídos- terminando por quebrar a muchas empresas productivas) que pueden mejorar el funcionamiento del mercado laboral mexicano.

Una verdadera reforma laboral pasaría por reformar el artículo 123 que introduce severas restricciones a las remuneraciones laborales como son el establecimiento de un salario mínimo, igualdad salarial para tareas presuntamente iguales, reparto arbitrario de utilidades, cláusulas sindicales fascistas como la llamada “cláusula de exclusión” (sólo le permite a las empresas contratar a empleados de un solo sindicato) y costosas contribuciones de las empresas a los fondos de vivienda y a la seguridad social.

Ojalá no terminen creando los legisladores algún tipo de “monstruote laboral.” Siempre que legislan me da escalofrío.  Por lo pronto aprovecho para esclarecer algunos mitos laborales:

Mito 1. El salario mínimo es necesario para garantizar un nivel de bienestar digno de los trabajadores. Este mito está muy arraigado entre los políticos de todo el mundo. Se trata, como de costumbre, de ignorar los principios básicos de cómo funciona una economía de mercado. Los salarios jamás deben fijarse por decreto. Si un burócrata desde un escritorio decide cuál es la remuneración correcta mínima de un trabajador, la probabilidad de equivocarse es prácticamente de 1. Por ejemplo, aquellos legisladores que se quejan tanto de lo bajo del salario mínimo mexicano (de poco menos de 1800 pesos, dependiendo de la región del país), ¿por qué no crean un decreto para que el salario mínimo no suba uno, dos ó tres pesos, sino algo “decente,” digamos que suba a 3000 pesos? Ups, no quiero dar ideas perversas. Una legislación así sólo traería desempleo entre los que menos escolaridad tienen. Para empezar, en México alrededor del 10% de la Población Económicamente Activa gana el salario mínimo. Sólo aquellas personas con baja escolaridad ganan el salario mínimo, por lo que tienen que verse obligados a realizar otro trabajo para subsistir (puede ser en la economía informal). Dado que más del 80% del trabajo es demandado por pequeñas y medianas empresas (la papelería de la esquina, el taller mecánico, la tortillería, la pequeña zapatería, el changarro de la cuadra, el súper de la colonia, etc.) obligarlas a pagar 3000 pesos sería contraproducente para el empleo de los que menos estudios tienen. Salarios mínimos altos, que inflan los costos laborales, provocan desempleo. Para el pequeño comerciante ó productor, pagar por encima de la productividad de una persona no es negocio, por lo que es mejor no contratar a más personas ó de plano despedir. La evidencia empírica en economía es abundante; los salarios mínimos causan desempleo y terminan afectando a los que menos estudios tienen. Es cierto, los mexicanos en promedio tienen ingresos muy bajos, pero ello es resultado de malos arreglos institucionales que no premian la productividad, amén de un muy deficiente nivel educativo que deja a los trabajadores mal preparados para asumir posiciones laborales más productivas. El salario correcto no es el mínimo, sino aquel que es resultados de la productividad laboral.

Mito 2. Las personas de “antes” eran más trabajadores, por eso hoy estamos jodidos.  Nuestros abuelos tenían ciertamente jornadas laborales promedio de 12 horas. Hoy la jornada promedio es de 8 horas. A ver, en primer lugar no son los decretos gubernamentales los que han reducido la carga laboral. Es la productividad, es decir, producir más en un tiempo determinado. Hoy día con el ordenador en la mano, una hora de trabajo de una persona rebasa por mucho a lo realizado por un trabajador “de antes” que necesitaba varias horas para lograr el mismo resultado. Las sociedades que más prosperan no trabajan más, al contrario, dado el bienestar que han alcanzado, sus horas de esparcimiento (ocio) dedicadas a viajar o a entretenimiento son mayores. Hoy hay personas que en el internet ganan en 2 horas lo que una persona en algún sector tradicional de la economía que trabaja reglamentariamente 8 horas al día. En EU después de las 5 de la tarde es raro ver a alguien trabajando en muchos sectores de la economía. En México no es raro ver a personas trabajando hasta las 10 de la noche. No es que seamos más trabajadores que los estadounidenses, la razón es que somos menos productivos. Las horas de trabajo deben ser libremente seleccionadas por empleador  y empleado y en donde el criterio que domine sea el de la productividad.

Mito 3. Los sindicatos garantizan salarios más altos. Si esto se compara con los trabajadores no asalariados la conclusión puede ser verdadera. Sin embargo, cuando esto sucede, como en México, el costo es el de menor creación de empleos. Los costos laborales altos, resultados de las jugosas prestaciones sindicales encarecen los precios de las mercancías y provoca que las empresas contraten a menos personas.  Asimismo, si comparamos los ingresos promedio de los trabajadores estadounidenses con los europeos, veremos que la productividad y los ingresos son mayores en EU. Aunque en EU existen algunos sindicatos muy poderosos, sólo el 18% de la fuerza laboral está afiliada a un sindicato; en Europa la afiliación a un sindicato promedia el 70% de la fuerza de trabajo (en algunos países hasta el 80%). No son pues los sindicatos la causa de que se generen mayores ingresos. Al contrario, los sindicatos contribuyen a inflar los costos laborales lo que crea desempleo e inflación.  Por cierto la propuesta laboral actual no los toca ni con el pétalo de una rosa. La ausencia de rendición de cuentas, democracia y corrupción seguirán al día en especial en los sindicatos del gobierno.

Mito 4. Es necesario que los gobiernos se aseguren que haya salarios “justos.” Otra vez un mito parecido al de los salarios mínimos. No existen salarios “justos” (al igual que precios justos). Los salarios en un mercado libre se determinan por interacción de la oferta y demanda de trabajo. Sólo hay dos maneras correctas de que los salarios suban. Que haya escasez de mano de obra, ó que haya muchas empresas demandando trabajadores de todo tipo de calificación.  Por supuesto, la educación y la capacitación en conjunción con la innovación tecnológica crean un círculo virtuoso que incentiva que haya más y más salarios altos. Así ha sido el caso de India, China y los llamados tigres asiáticos. Es la productividad estúpidos, no el gobierno determinando qué salarios son los correctos.

Mito 5. Una parte del salario se lo apropia el capitalista (plusvalía), por lo que es necesario redistribuir el ingreso ó bien obligar a las empresas (caso México) a ceder parte de sus utilidades a sus trabajadores. Esta interpretación falaz pertenece a la escuela marxista, y es compartida por la enorme mayoría de los políticos socialistas mexicanos y latinoamericanos. En México el socialista artículo 123 atenta contra los derechos de propiedad de los empresarios. La remuneración del factor capital es la tasa de interés pagada; la remuneración del factor trabajo es el salario; la remuneración del factor tierra es el pago por su arrendamiento; la remuneración del empresario (que es quien arriesga) se llama utilidad. Cuando un empresario es bueno, las utilidades son altas y viceversa. Cuando un empresario es bueno, alienta a sus empleados uno, con alzas salariales, ó dos, con bono por resultados. Los empresarios malos no suelen hacer esto, por lo que pierden a los empleados más eficientes y muchas veces terminan quebrando. Obligar al empresario a ceder parte de sus utilidades es  aberrante, y el reparto de utilidades no es más que un vil impuesto. Los salarios más altos siempre han sido parte de los países de libre mercado. Los países con regímenes marxistas, al contrario, sólo  han generado salarios paupérrimos (ver el caso de Cuba ó Corea del Norte). Los países en que no existe “reparto de utilidades,” pero sí una “alta redistribución del ingreso,” se caracterizan por impuestos altísimos que terminan castigando a los más pobres a través de desinversiones, transferencias de fábricas a otros países y despidos masivos. Los salarios más altos siempre se encontrarán en los mercados libres (donde es la productividad la que manda y no la antigüedad ni la grilla) y jamás se alcanzan por la intromisión de los políticos y burócratas.

Mito 6. El factor trabajo es lo más importante en el proceso productivo. Pensar que el factor trabajo es lo que más valor agregado genera, es pensar como en el siglo XIX, que es la época a la que Marx perteneció. El factor más importante en la generación de valor agregado es el capital humano, lo que no se circunscribe al factor trabajo sino a  las personas, que van desde el trabajador motivado, hasta el empresario talentoso, por supuesto, también están incluidos los aciertos de los gerentes e ingenieros. El factor capital (máquinas, herramientas e infraestructura) es un bien complementario al factor trabajo. Esa percepción de que las máquinas desplazan a los trabajadores es un viejo mitote decimonónico que no se cumple. Hoy los países con más acervo de capital (más capital por trabajador) son los que más empleo y salarios altos registran. La maquinaria y el equipo jamás  son un bien sustituto del factor trabajo. Al contrario, a mayor capital, mayor productividad de los trabajadores. Piense el lector en la productividad de un maestro que usa como herramienta la computadora y uno del siglo pasado que no tenía acceso a bienes como el ordenador y el internet. Obvio, la productividad del primero es muy superior a la del segundo.

Mito 7 Lo más importante es el empleo. No, lo más importante no es el empleo, sino las personas. Lo que implica que son las personas a las que se debe proteger mediante leyes que hagan fácil el despido y contratación de las mismas. Querer-como los políticos creen- mantener pleno empleo permanente es una aberración económica. En la economía las preferencias de los consumidores y la tecnología cambian con el tiempo. Querer a toda costa que el empleo no cambie es una estupidez. Hoy por ejemplo, con la llegada de la computadora hay menos gente empleada en el sector de máquinas de escribir. La razón es que hoy se demandan más computadoras y por ello ha disminuido el empleo en la producción de máquinas de escribir y ha aumentado en el sector de la informática. Que no se olvide, el incentivo de contratar disminuye a medida que aumenta el costo de despedir. Por ello es bueno dar un plazo a las empresas para que evalúen si el empleado es adecuado ó no (este aspecto positivo si se contempla en la actual propuesta laboral). No hacerlo, por la vía de liquidaciones onerosas e injustas para el empresario, sólo propicia contrataciones por “abajo del agua” ó peor aún, una menor creación de empleos respecto del potencial de la economía.

Por razones de espacio aquí concluyo. Una seria reforma laboral atacaría los mitos arriba mencionados. Lamentablemente otra vez se impone lo posible por encima de lo deseable en materia laboral.

 

 

 

 

 

1 respuesta

  1. Bastante interesante y muy cierto….deberían crear algún articulo tipo “Libertarios 101” que nos ayude a comprender aún más el movimiento, ya estoy a punto de comenzar con Rothbard, lamentablemente para mi tengo varios amigos de izquierda o marxistas a los cuales aún no me animo a refutar y estos artículos me van ayudando.

    saludos.

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