A cinco años del 15S: ¿El inicio de una nueva economía?

‘Lehman Brothers ha quebrado’. Esta noticia corrió por todo el planeta como reguero de pólvora en la noche entre el 14 y 15 de septiembre de 2008, generando un pánico pocas veces visto. Se trataba de uno de los bancos de inversión más importantes y, tal vez, el de mayor influencia. Desde 2007, Lehman Brothers se veía gravemente afectado por la crisis financiera provocada por los créditos hipotecarios de alto riesgo, conocidos luego como subprime. Acumuló enormes pérdidas por títulos respaldados por las hipotecas a lo largo de 2008, de modo que en el primer semestre de 2008, Lehman había perdido 73 por ciento de su valor en Bolsa. Pero nadie esperaba tal quiebra, ni el pánico resultante ni que el gobierno estadounidense le dejara caer, ya que antes había salvado a Freddie Mac, Fannie Mae (las agencias públicas de hipotecas para viviendas) y Goldman Sachs. Pero lo hizo y entonces se hizo visible la peor crisis financiera internacional desde la Gran Depresión en 1929.

La historia a partir de entonces es conocida: En lugar de dejar caer a los bancos enfermos, para depurar todo el sistema, el estado salió al rescate de las empresas afectadas en la onda expansiva, empezando por AIG y la principal caja de ahorros estadounidense Washington Mutual; enseguida la gran mayoría de los bancos estadounidenses y europeos, constructoras, compañías automotrices… la recesión no aceptada condujo a los masivos programas de estímulos a toda actividad económica imaginable. Los que no evitaron que las economías de Estados Unidos (EEUU) y la Unión Europea (UE) se hundieran, disparando los niveles de desempleo, y que las autoridades hayan tenido que salvar de la quiebra a cuatro países de la UE: Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre. Así se desembocó en una larga crisis de deuda soberana, la que estamos viviendo hoy.

El detonante de Lehman Brothers para la gran crisis financiera de 2009, de la que aún no salimos, construyó el mito urbano de que los mercados fueron los causantes de la misma, olvidando que Lehman Brothers, al igual que muchos otros bancos y empresas hipotecarias, sólo respondieron a los estímulos y privilegios ofrecidos por el estado. En tal sentido, la noción de que la caída de Lehman Brothers causó la crisis financiera en EEUU es errada y peligrosa. Es errada porque olvida convenientemente todos los cambios legales y la construcción de la burbuja inmobiliaria de la era Clinton, a través de Freddie Mac y Fannie Mae. Peligrosa porque perpetúa la política de socializar el rescate de las instituciones financieras con dinero de los contribuyentes; porque crea la ilusión de que el estado es una entidad omnipotente capaz de rescatar todo con dinero caído del cielo, y porque permite a los responsables políticos que generaron la crisis escapar de la responsabilidad de sus decisiones y acciones. En buena medida, la cara obsesión de la Troika comunitaria para evitar que Grecia quebrara, surge precisamente de la experiencia con Lehman Brothers y sus consecuencias.

La confusión sobre lo sucedido en la quiebra de Lehman Brothers no se ha despejado del todo. Por un lado se especula por qué el gobierno de George W. Bush no intervino para impedir la quiebra, y las razones van desde un propósito de ejemplaridad, para castigar la avaricia de los banqueros, hasta simple incompetencia, pasando por un pleito político entre republicanos y demócratas por las donaciones electorales. También se hace la gran pregunta, sobre qué habría pasado si se hubiera rescatado el banco a tiempo. Lo más probable es que las cosas no hubieran sido muy diferentes a como terminaron siendo. La bautizada como la Gran Recesión ya había comenzado en EEUU antes de la caída de Lehman, debido a la confluencia de varios factores: la concesión de préstamos por parte de los bancos y a excitativa del gobierno a clientes que no lo merecían, el trabajo interesado de las agencias que ponen nota a la deuda, una regulación financiera laxa por parte del estado y una serie de incentivos públicos que animaron a que se prestara y se pidiera prestado. En otras palabras, el dinero fácil y el aparente exceso de liquidez prohijados por el gobierno, descontrolaron el poder organizativo del mecanismo de precios e hincharon la burbuja durante la expansión hasta explotar el 15 de septiembre de 2008. Al respecto, repárese que si los estímulos excesivos y la manipulación del crédito produjeron precisamente a la burbuja inmobiliaria, cinco años después tenemos exceso de estímulos para conseguir la recuperación y tasas ultrabajas, lo que prepara el escenario de la próxima crisis.

Sobre esto, cabe apuntar que las economías emergentes sufrieron, al comienzo de la crisis financiera, las consecuencias tanto como los países occidentales, aunque esas economías protagonizaron una recuperación rápida y notable, gracias en buena medida a un efecto tipo burbuja que les llevo a desarrollar políticas económicas desequilibradas, para atraer la liquidez cuando el mundo desarrollado estuvo en dificultades, hasta el punto de que momentáneamente pasaron a ser el motor del crecimiento mundial. El caso de las economías BRICS es un buen caso de estudio sobre cómo se crea una burbuja. Pero como toda burbuja, hoy experimentan la resaca y por ello se habla incluso de que países como Brasil están a las puertas de una recesión similar a la España, o que China y Rusia tendrán duras consecuencias económicas hoy imprevisibles.

Así, si algo validó la quiebra de Lehman Brothers fue a las ideas de Hayek y de Mises, quienes con todo el aparato analítico de la Escuela Austriaca de Economía, concluyeron que las crisis económicas son la consecuencia de la intervención del estado que, alterando la oferta monetaria y los tipos de interés, fomenta la expansión artificial del crédito, creando una falsa sensación de prosperidad y originando las burbujas que tarde o temprano terminan explotando, algo que los modelos más sofisticados y las computadoras más poderosas no pueden anticipar, ya que en ello participa el comportamiento de millones de inversionistas y de los mercados, con elementos psicológicos que siempre terminarán sorprendiéndonos, y hundiendo a la economía en la depresión, la cual es la necesaria corrección de los desequilibrios.

De allí que la única solución verdadera, real para salir de cualquier crisis, propuesta por la Escuela Austriaca, sea reconocer que se han cometido errores y depurar los excesos de valoración y de inversión cometidos durante el período de bienestar artificial, algo que ha faltado reconocer en esta crisis. Por ello hoy los bancos son igual o más grandes que hace cinco años, los gobiernos han sido incapaces de regularlos convenientemente (en parte por problemas de captura de los reguladores), Fannie Mae y Freddie Mac están vivas y coleando, representando más de 90 por ciento del mercado hipotecario de EEUU, frente al 60 por ciento que representaban antes, y las desigualdades sociales se han incrementando, precisamente por todo el dinero público despojado por el estado a sus dueños, en forma de impuestos e incentivos a actividades y aliados clientelares que no los necesitaban. En buena medida, el “mercado libre” causante de la crisis de 2008 nos ha llevado cada vez más cerca de un mercado lleno de salvaguardas y privilegios para los amigos del poder político, con regulaciones no basadas en análisis económicos serios, sino en la pasión y motivadas por intereses especiales, generalmente sindicales y de captadores de rentas, empeorando la situación económica para hacer negocios y con altas barreras para impedir la entrada de los innovadores y los emprendedores.

Por ello, creer que estamos saliendo de la crisis, cinco años después de la quiebra de Lehman Brothers, con base a iguales políticas expansivas del gasto, deuda y manipulación del crédito, es caer en los mismos supuestos que causaron la recesión de 2009, significando que hemos aprendido entre poco y nada en estos años.

@victorhbecerra

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