El derecho a estar equivocado o la discriminación y sus síntomas

El Consejo para Prevenir y Eliminar la discriminación de la Ciudad de México (COPRED) hace algunas semanas, en nombre del trato igualitario para las personas de todos los estilos de vida,  decidió meter su cuchara en el reglamento interno del parque de diversiones Six Flags. De acuerdo con las reglas como estaban antes, no se permitía entrar al parque, por ejemplo, con “tatuajes ofensivos” que fueran visibles, pero después de la intervención del COPRED esto dejó de ser así y cualquiera puede entrar con cualquier clase de tatuajes cubiertos o descubiertos. Era una posición bastante conservadora si se quiere ver así, pero incluso podría decirse que era moralmente reprobable dado que después de todo podría considerarse como una forma de discriminación hacia ciertos grupos de la población.

De acuerdo con el reglamento original, el motivo de esta forma de discriminación era evitar que los niños (dado que es un parque familiar) estuvieran expuestos a este tipo de lenguaje o imágenes. Puede decirse que era una justificación débil, que de cualquier manera estarían expuestos a ello de otras formas, que probablemente los niños tendrían otras cosas en qué fijarse etc., de cualquier forma había una justificación. Sin embargo, supongamos que esta regla efectivamente era discriminatoria. Aún eso no sería motivo suficiente para que una dependencia de gobierno le pida a las autoridades del parque que cambien el reglamento. Es cierto que el COPRED no puede obligar a nadie a hacer algo, lo cual no le quita a esta institución el respaldo de la autoridad del gobierno del Distrito Federal. Pero, en realidad, tampoco es importante si este organismo tiene la capacidad de obligar o no.

Hay dos puntos importantes que tal vez se olvidan con frecuencia. El primero es que los gobiernos elegidos democráticamente no representan a la mayoría que los eligió, representan a toda la población. Un gobierno que ejecuta la voluntad de la mayoría contra los intereses de una minoría está actuando de forma autoritaria. En el caso específico de Six Flags, puede ser que la mayoría de la gente del DF pensara que esta política de admisión era discriminatoria, pero esto lleva al segundo punto. Parecería que  se nos olvida que algo como un parque de diversiones es al final, propiedad privada de una o más personas. Que sea abierto al público y que sea compartido por miles de personas cada día no cambia esto. Six Flags es tan propiedad privada del dueño (o los dueños) como sus casas y todo el mundo tiene derecho de negarle el acceso a su casa a quien crea conveniente, es más, para eso existen las puertas. Si se analiza bien, es claro que es tan discriminatorio prohibirle a alguien entrar a una casa como a un parque de diversiones, partiendo de que este último es propiedad privada. No obstante, ninguna persona razonable pensaría que si su vecino le impide a alguien entrar a su casa está violando los derechos de la persona que se quedó fuera. ¿Por qué, entonces, pensamos que si un parque de diversiones le niega la entrada a alguien está actuando de forma incorrecta? En realidad no hay ninguna buena razón.

Hay que distinguir entre una opinión moralmente cuestionable, como lo es juzgar a una persona por su apariencia, y el ejercicio de un derecho legítimo basado en una opinión que fácilmente podemos clasificar como equivocada o incluso dañina. También hay que saber entender qué es lo que en realidad implica alcanzar una meta como eliminar la discriminación. No es lo mismo eliminarla que eliminar sus síntomas. Supongamos que todos los dueños de parques de diversiones del país son xenofóbicos y prohiben la entrada a todos los extranjeros a sus parques, pero el gobierno promulga una ley que la da a todo el mundo el derecho a entrar a cualquier parque. Pensar que esto habría acabado con la discriminación no sería más que una ilusión, pues no cambia el comportamiento de los dueños fuera de sus parques ni sus opiniones. Ahora en cambio supongamos que el gobierno no hace nada y que en el lugar donde se encuentran los parques hay cada vez más extranjeros. Claramente quienes más tienen que perder son los dueños de los parques de diversiones pues todos los extranjeros podrían estar gastando su dinero en los parques. En ese caso cualquier dueño medianamente razonable cambiaría sus reglas.

Lo anterior fueron solamente suposiciones, pero bastante cercanas a la realidad. Claramente, hoy es más común ver personas con tatuajes que hace 50 años y que es una práctica cada vez más aceptada socialmente. Tal vez no hay suficientes personas con tatuajes “ofensivos” como para que excluirlos represente pérdidas económicas, pero ante una aceptación cada vez mayor de algo como los tatuajes, una regla como esta cada vez parecería más obsoleta, y continuar practicando algo que la mayoría de la gente podría considerar como discriminación si podría incrementar las opiniones negativas sobre el lugar.

Que Six Flags haya cambiado sus reglas no cambia que quienes las hayan hecho vayan a seguir juzgando a las personas por su apariencia (si es que de hecho lo hacían) y, por lo tanto, contribuye muy poco a eliminar la discriminación. Esto no es algo que se pueda hacer por medio de leyes y reglas. Mientras las personas corrigen lo que podríamos considerar como sus errores, tendremos que respetar su derecho a estar equivocados y a actuar en consecuencia y quienes sean rechazados por su apariencia de algún restaurante, parque de diversiones, plaza, etc., puede ir a otros en los que sí sean aceptados. Al final, ¿por qué querría uno estar en un lugar donde no es aceptado sino meramente tolerado?

 

 

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