Feminismo de libre mercado 101 [segunda parte]

Continuamos con la segunda parte del artículo publicado en el Eastern Economic Journal.

Tomemos por ejemplo mi versión de feminismo (por favor), de feminismo posmoderno de
libre mercado. Dejemos para otra ocasión la discusión de a lo que puedo estarme refiriendo
con “posmodernismo” (si quieren la respuesta corta, es la misma que mencioné de la
filosofía del siglo XX: los significados no andan por ahí ya hechos, sino que se hacen; si
quieren la respuesta larga, tendrán que leer el nuevo libro de economía de OMA
permanentes editado por Steve Cullenberg, Jack Amariglio y David Ruccio, y que saldrá el
próximo año con Routledge). Ser feminista de libre mercado simplemente es no pensar que
tratar a las mujeres como seres humanos (y a los hombres también) es necesariamente un
proyecto anticapitalista. Así ha sido históricamente. Durante mucho tiempo, hemos
asumido que ser feminista es ir contra Rockefeller y Gates y a favor del control de rentas y
de la ayuda extranjera de gobierno a gobierno. Pero no tiene que ser así. Un feminismo de
libre mercado así no es muy común (una muestra de lo impopular que es fue la guerra
virtual en la que se metió Donald [muy al pesar de Deirdre] hace algunos años en
FemEcon). Nosotras, las feministas de libre mercado podríamos caber en una cabina
telefónica. Voy a organizar una gran conferencia sobre economía, en cuanto encuentre un
número suficiente de personas para invitar. ¿Doce? ¿Veinte? Las busco por todas partes,
una asistente de profesores, una consultora. Pero son muy pocas. (Feministas de libre
mercado del mundo, ¡unámonos! Y díganme [deirdre2@uic.edu] ¡¿dónde están?!).

¿Qué hay de maduro en el feminismo de libre mercado? Bueno, pues reconoce el carácter
“integrado” de los agentes económicos (como dicen los sociólogos) y no por eso concluye
que el capitalismo no puede convivir en el mismo cuarto. Todo lo contrario, argumenta que
el mercado ha sido el camino para la liberación de las mujeres (igual que de los hombres
pobres). “Tenemos que abandonar la idea”, escribe Kennedy, “de que podemos forzar a los
demás, ya sea personalmente o utilizando el poder del gobierno, a tratarnos como nos
gustaría” [242]. Los acuerdos, no las leyes, fueron lo que acabó con la esclavitud.

Podría seguir y seguir. Pero mis pensamientos en cuanto al feminismo -excepto por la idea
de que debemos tomarlo con mucha más seriedad en la economía- no son muy valiosos. No
soy la gran teórica de feminismo. Para ello, aun en economía, tendrán que leer a Julie Nelson, (Feminism, Objectivity, and Economics [1996]) o a Marianne Ferber y Julie
Nelson, Beyond Economic Man [1993; pueden omitir el ensayo de Donald McCloskey] o
su nuevo volumen de la University of Chicago Press o el nuevo periódico fundado y
editado por Diana Strassmann, Feminist Economics. Ser mujer, aun una nueva, no te da las
armas para ganar en esta vida. Tienes que leer, hablar y escuchar mucho. La conversación
se ha vuelto rica, y yo solo he hojeado a algunos autores, como a algunos del feminismo
cristiano o del feminismo y la ciencia.

De todas maneras, déjenme decirles algunos libros que pueden leer para iniciar como yo lo
hice. Los libros que mencioné de feministas economistas son la una primera lista.
Sumémosle los trabajos de economía y de historia económica de las mujeres, de autoras
como Claudia Goldin, Understanding the Gender Gap [1990] y el soberbio libro de texto
de Fran Blau, Marianne A. Ferber y Anne Winkler, The Economics of Women, Men, and
Work
[1998]. Otros cuantos que son necesarios son los clásicos como los de Mary
Wollstonecraft, A Vindication of the Rights of women [1792] o de Emma Goldman, Living
My Life [1931; yo leí a Goldman cuando era niña en la Carnegie Library, lo cual es una
ironía: la enemiga del capitalismo recibe cumplidos de Andrew Carnegie]. También son
necesarios los clásicos modernos -los libros de los que todo el mundo habla, aunque los
deteste- como Simone de Beauvoir, The Second Sex [1949], Betty Friedan, The feminine
Mystique
[1963], Carol Gilligan, In a Different Voice [1982] o Deborah Tannen, You Just
Don’t Understand: Women and Men in Conversation
[1990]; Tannen en una lingüista
académica muy importante; lean Gender and Discourse [1994].

Hay una cantidad enorme de libros que leer y muchísimo que escuchar. Apenas nos
estamos dando cuenta de todo lo que nos hemos perdido por silenciar las voces de todas las
mujeres durante todos esos siglos. Amelie Okensberg Rorty una vez escribió [1983, 562]
que lo que es realmente crucial es “nuestra habilidad para participar en conversaciones
continuas, para probarnos las unas a los otros, para descubrir nuestras más escondidas
suposiciones, para cambiar nuestra forma de pensar después de escuchar el discurso de
alguien más. Los lunáticos también pueden cambiar su forma de pensar, pero lo hacen más
siguiendo los ciclos de la luna que por haber escuchado, realmente escuchado, las preguntas
y objeciones de sus amigos”. Es tiempo de que la ciencia, la lamentable y precaria ciencia,
realmente escuche lo que la mitad de la humanidad (entre ella, muchos hombres) está
diciendo.

Traducción de Aida Flores

………………
Los esperamos hoy Miercoles 13 de febrero en la Casa del Poeta para discutir con Deirdre McCloskey sobre el papel de la ideología de genero en una sociedad libre.

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